Era una noche distinta, que comenzó con una tarde inusual teniendo noticias suyas. ¡Que quería verme dijo!
Después de una tarde con mucho estrés por ultimar los detalles, colocar los abalorios, quedar con las amigas y organizar la noche, llego el momento de marchar. Rumbo al lugar de concentración ocurrieron diversos hechos que crisparon los nervios desde el momento uno, pero no fue suficiente para disminuir los ánimos.
Después de las primeras bebidas, primeras risas y un par de horas en recorrido carnavalero, llegamos al lugar en cuestión, comenzando la segunda parte de la noche. Fluyó con normalidad hasta el momento donde el móvil no respondía y las llamadas y mensajes de whassap no llegaban. No tenia noticias suyas.
Cuando encontré un punto estratégico con cobertura ÉL me había llamado numerosas veces. Tras llamarlo y no recibir respuesta decidí dar un margen y posteriormente lo llamaría.
Sobre las dos de la madrugada decidí llamarlo. ¡Descolgó el teléfono y muy sutil me dijo: Preciosa, ¿donde estas? ! Al explicarnos las coordenadas del lugar donde cada uno nos encontrábamos me explico que me estaba viendo de espaldas.
Llego el momento, cuando se acercaba a mi me resulto inevitable correr hacia sus brazos y abrazarlo más que nunca, no entendía porque en tan poco tiempo le tenía aquel tremendo aprecio, pero así era. Un momento de un silencio precioso que terminó sonriéndonos mutuamente.
Así cumplí con mi más preciada misión de aquella noche, verlo y mostrarle todo lo que recorría mi cuerpo.
Un beso y una dulce mordida convirtieron en mi carnaval en algo perfecto.